Autora:Lu

 El viento aúlla, golpea el ventanal, no cesa en su quejido y se expande por la quebrada.  Se me agolpan sus imágenes, corriendo cerro abajo horrorizados, creyendo que el viento les ayudaría, pero no, se oponía feroz a esa huida de la muerte a esa carrera intempestiva por la libertad y la vida.

Se agolpan las imágenes, superponiéndose unas a otras, con sus caras tensas, corren Carlos, Manuel, Laura y Aida, huyendo a ratos por la vereda, luego por la calle.

Todo era terrible, saber que los compañeros habían sido abatidos por tener banderas y libros en sus casas. Era el colmo hasta ayer todo eso era lícito, Si eran tan jóvenes. Por lo mismo la estampida era lo único y luego verían que hacer, donde refugiarse. El viento soplaba implacable, iban llegando a la parte baja, les empujaba, pero una patrulla les cerró el paso, y entonces golpes, patadas, improperios, luego vendas en los ojos y los tiraron en las bodegas del barco, cayeron aterrorizados, adoloridos, choqueados. Cada cierto tiempo les pegaban mazazos y luego los manguareaban con agua de mar congelada. Allí el viento se colaba entre las rendijas. Muchos yacían enfermos, heridos y a pesar de eso eran torturados. Afuera el viento chocaba con la barcaza, pero nada podía amainar.

Carlos con rostro humedecido recuerda que un día lo sacaron cuando ya creía que iba a morir, de Laura y Manuel no supo nunca más.

Después de tantos años y en esta fecha el viento aúlla nuevamente y él se tensa como en aquella tarde en que perdió todo como en un soplido.